Ivan Solyaev es un joven pintor ruso quien, como muchos otros artistas, utiliza este medio de expresión como una forma de sacar sus demonios internos, en su caso: las pesadillas, esas imágenes oníricas salidas de los rincones más oscuros de su mente, las que exorciza al pasarlas de los sueños a la realidad.
Los colores fríos crean una perturbadora atmósfera en la que las figuras humanas se mezclan con elementos de la naturaleza, transformando los cuerpos en seres amorfos y fantásticos, siempre manteniendo la estética que los caracteriza.
El parecido con el expresionismo alemán es obvio, mientras uno denunciaba los horrores de la guerra, Solyaev denuncia los horrores de una sociedad industrializada en la que el hombre no tiene rostro, no es más que una tuerca de la máquina destinada a una labor, acción de la que Solyaev intenta escapar a través de su arte.
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